lunes, 24 de octubre de 2011

CLASE 4

3. LA FILOSOFÍA Y EDUCACIÓN ANTIGUA MEDIEVAL




3.1 LA HERENCIA JUDEO – CRISTIANA: LA PATRÍSTICA



La patrística es la fase en la historia de la organización y la teología cristiana que abarca desde el fin del cristianismo primitivo, con la consolidación del canon neotestamentario, hasta alrededor del siglo VIII. Además de la elucidación progresiva del dogma cristiano, la patrística se ocupó sobre todo de la apología o defensa del cristianismo frente a las religiones paganas primero y las sucesivas interpretaciones heterodoxas que darían lugar a las herejías luego. Su nombre deriva de los padres de la Iglesia, los teólogos cuya interpretación dominaría la historia del dogma. Para ser considerado padre de la iglesia era necesario reunir las siguientes condiciones:
1. Antigüedad
2. Santidad de la Vida
3. Doctrina Ortodoxa
4. Aprobación Eclesiástica

Lo fundamental sobre la patrística es saber que es, por llamarlo de algún modo, el movimiento, tanto literario y filosófico como cultural, que imperó en la Edad Media. Es el movimiento de asentamiento del cristianismo en la sociedad (sobre todo occidental) desbancando a las otras religiones paganas añadiendo que la religión cristiana era la única y verdadera porque era la “Palabra de Dios”. Este movimiento tuvo tres etapas fundamentales, la Primera Patrística (ss. II y III), la Alta Patrística (ss. IV y V) y finalmente la Patrística Tardía (ss. VI y VII).

LA PRIMERA PATRÍSTICA (ss. II y III)

Con esta premisa, los primeros Padres, se inspiraron en la teoría estoica del logos espermatikos, que se basa en que las religiones hasta la fecha lo que habían hecho era una especie de adaptación de la Palabra de Dios (eterna y presente desde el inicio de los tiempos) por no saber interpretarla correctamente. De este modo lograban explicar ciertas similitudes entre las mitologías paganas y la nueva mitología cristiana.

La primera patrística se desarrolló simultáneamente en dos ámbitos distintos, Oriente, representado por Grecia y Occidente por Roma. Estéticamente se produce un cambio sustancial entre la concepción pagana de los antiguos poetas griegos y la nueva literatura religiosa. Mientras aquellos buscaban el placer y la belleza de su obra utilizando para ello artificios y retóricas varias, el cristianismo defiende la palabra pura, según ellos para preservar la verdad de la palabra divina. Pero existía más afinidad entre ambas culturas de la que cabría esperar, ya que los ideales defendidos por los Padres Primitivos (ss. II-III) se correspondían en buena medida con las ideas destacadas por Platón en sus planteamientos filosóficos. Para los Padres la palabra del poeta es falsa ya que la única verdad es la que de mano directa del Espíritu Santo recibe el profeta. No obstante, aceptan estos padres cierto nivel de verdad en la obra de los poetas, la parte de inspiración que los griegos atribuían a la Musa y que los cristianos llaman inspiración divina, pura y libre de parafernalias.

Los Padres Griegos
Los primeros Padres Apologetas aparecieron en Grecia, donde se fundó también la primera escuela de teosofía cristiana, con base en Alejandría. Se dedicaron a defenderse de los ataques de los paganos desmintiendo que la iglesia fuera una amenaza para el Estado hablando de su forma de vida casta y austera y a su vez atacaron el politeísmo pagano, ya que sólo existía un Dios, que era por supuesto el cristiano y la única verdad era su Palabra, ya que envió a su propio hijo para difundirla.
Uno de los máximos exponente de esta vertiente oriental de la primera patrística fue San Clemente de Alejandría, pagano converso que alrededor del año 200 heredó del filósofo Panteno la dirección de la escuela alejandrina antes citada. Concluyó, San Clemente, que existían tres estratos de perfección entre los seres humanos. El más bajo entre los altos es el filósofo a quien Dios dota de la razón y la inteligencia, en segundo lugar se encuentran los cristianos cuya fe los eleva por encima de toda razón, y finalmente encontramos a los gnósticos en los cuales se unen la razón y la fe, la máxima aspiración que puede tener un cristiano. Este hombre defendía que existía cierta ambigüedad en la expresión literaria, que permite al autor dejar impresa su personalidad en retóricas y enigmas y al lector le proporciona el placer de la interpretación correcta. El otro gran representante de la patrística oriental era el gnóstico cristiano Orígenes. Éste, al igual que el resto de los Padres, defiende la idea de que la manera de narrar de los griegos, abundante en florituras y embellecimientos, induce a la mentira, mientras que la literatura cristiana, austera, como su forma de vivir, despojada de toda retórica es la única verdad posible. Y refuerza su teoría argumentando que cuando Jesús escogió a sus apóstoles, lo hizo entre gente sencilla para lograr llegar con la revelación divina a todo el pueblo tuviera el nivel cultural que tuviera y sin recurrir además al encantamiento de las formas que no lleva más que a la mentira. Defendió también, Orígenes, una especie de actualización de la antigua dualidad res/verba estableciendo tres niveles distintos de interpretación de la palabra, desde la más simple que se queda en lo más superficial hasta el sentido espiritual que sólo aquellos dotados de la gracia divina pueden trascender. Pero estas ideas unidas a la obsesión por alejar la tentación y el pecado de la carne motivaron su auto mutilación y su posterior expulsión de la iglesia alejandrina.

Los Padres Latinos
En cuanto a la vertiente latina cabe resaltar una mayor hostilidad hacia todas las artes. Tertuliano fue cabecilla en este movimiento que llevaba al extremo la sencillez que defendían sus coetáneos griegos al vincular la creación de las artes (aduladoras de los sentidos) a espíritus malignos en la Tierra, llegando a condenar por este motivo todas las artes, prohibir la literatura pagana y criticar el ornamento indumentario de la mujer. Sin embargo también hubo latinos más moderados en su concepción ideológica, como Lactancio, que defendía que Dios había creado todas las almas y que éstas debían ganarse la vuelta al paraíso siguiendo el camino de la virtud. Decimos que es, Lactancio, más moderado porque no condenaba la expresión como medio que alejase de la verdad (calificando de mediocre el lenguaje de las Sagradas Escrituras pero justificando que su belleza moral y su mensaje no necesitan de ornamento), sino que defendía una coexistencia de la res (materia física) y de la forma tanto posible como necesaria: “pues no es malo que los buenos alimentos tengan, además, buen sabor”.

LA ALTA PATRÍSTICA (ss. IV y V)

En esta época se produce el asentamiento definitivo de la iglesia cristiana en Occidente por encima del paganismo, lo cual significa también la consecuente politización de la iglesia. Sin embargo, y en contra de lo que cabría esperar por las ideas del periodo anterior, este asentamiento trae consigo un amplio desarrollo de la literatura eclesiástica integrando a su vez los modelos helenos. Al igual que en la primera patrística, ésta también se desarrolla en dos vertientes geográficas, la oriental y la occidental:

Vertiente oriental
Debido a la gran cantidad de conversiones entre la población y existiendo el riesgo de una asimilación débil de los conceptos cristianos, la Iglesia creó una nueva forma de vida, que tuvo su cuna en Egipto, y que se basaba en el aislamiento y el ascetismo. Pronto el monaquismo, pues así es como se reconoció esta nueva manera de vivir se extendió por otros muchos lugares dada la gran aceptación que tuvo y además derivó en nuevos géneros literarios motivados por la vida del monje, sus costumbres y labores, etc. Pero no fue la única literatura que vio la luz en oriente durante este periodo, la literatura epistolar estaba en auge, la literatura homilética se desarrollaba con fuerza y nace también la poesía cristiana.

En Asia Menor, la zona donde más asentada estaba la herejía arriana, fue también donde se desarrolló la ortodoxia trinitaria representada fundamentalmente por San Basilio Magno, Gregorio de Nisa (hermano del primero) y Gregorio de Nacianzo, conocidos como Padres Capadocios, que hicieron suya la sabiduría helenística de los grandes poetas y filósofos Griegos y la adaptaron al cristianismo creando una perfecta coalición que expandió enormemente los horizontes de la literatura cristiana. San Basilio en su escrito ad adolescentes, anima a los jóvenes a estudiar las obras griegas de Homero, Platón y otros confiando en que siendo la fe algo que no hay que poner en duda, sabrán estos separar la verdad de las palabras vanas y aprenderán también a utilizar el ornamento y la retórica a favor del mensaje. Aparte de esto, San Basilio atribuía la creación artística a la teoría del logos, ya que el artista sólo interpretaba la obra de Dios. Por su parte, Gregorio de Nacianzo, sostiene que si bien es cierto que el estilo llano de las escrituras no es ni por asomo comparable a la retórica pagana, tampoco el mensaje “monstruoso” de las fábulas griegas se puede comparar con el cristiano aunque se recubra de bellas palabras. Sin embargo, también admite y sostiene que lo ideal sería una literatura con el bondadoso mensaje cristiano y la poderosa narrativa pagana. Por el contrario a los otros dos, el tercer exponente de la patrística oriental de este periodo, San Gregorio de Niza, estaba más cercano ideológicamente a lo planteamientos de Orígenes apoyando la literalidad de las primeras literaturas cristianas, además, en sus reflexiones sobre la creación, el orden y la belleza, establece una analogía entre el eros platónico del Simposio y su idea de la educación de las almas para la vuelta al Paraíso y sitúa como modelo arquetípico de belleza al mismo Dios.

Vertiente occidental
En estas fechas, la unidad de la iglesia se va resquebrajando poco a poco a la par que decae el famoso Imperio que la cobijaba bajo el asedio de los visigodos. Esta decadencia propicia la nueva tarea evangelizadora de la iglesia. San Ambrosio de Milán fue una figura destacada de la época que al igual que Orígenes estableció tres estratos diferentes de interpretación: el literal, el moral y el místico-alegórico.
Sin embargo, el más claro referente de esta época es San Agustín. Éste Aurelio Agustín incurrió tarde en la fe cristiana tras haber probado otras religiones como la maniquea e incluso haberse vuelto escéptico al no obtener resultados de ninguna de ellas. Finalmente se convierte al cristianismo tras una segunda lectura más profunda de las Escrituras, aunque le cuesta renunciar a los placeres mundanos. Fue una pieza fundamental en el desarrollo de la cultura occidental de su época por su gran influencia tanto en la política y el derecho como en la vida social y filosófica. Gran estudioso del Platonismo, revisó los escritos del filósofo una y otra vez para, tomándolos como base, crear una nueva vertiente adaptada a los intereses del cristianismo. Como ya dijimos antes, antes de convertirse al cristianismo, San Agustín bebió de muy diversas aguas en su búsqueda incesante de las fuentes del saber tomando de cada una aquello que le podía ser de utilidad. De esta manera creo Agustín su propia estética basada en la concepción de la retórica de Cicerón, la tradición estoica y el neoplatonismo de Plotino. Así concluye San Agustín que “La belleza del mundo, hecho a imagen de Dios, es belleza que participa de la Belleza infinita del Creador.
Aunque en sus inicios ejerció de profesor de retórica, con el paso del tiempo y habiendo estudiado más a fondo el cristianismo y su filosofía, acabó defendiendo la idea de que lo importante en un texto es la idea que se quiere expresar y difundir y no la manera de hacerlo. Pero no solo eso, siguiendo la estela de Gorgias y los sofistas sobre la problemática de la veracidad poética, San Agustín condena la ficción y la representa en la figura de poetas y pintores por crear mundos ilusorios de mentiras y falsedades.
En cuanto a la interpretación de los textos, siempre hablando de las Sagradas Escrituras, pero por supuesto aplicable a cualquier texto escrito, San Agustín decía que hay distintas formas de interpretación, aunque principalmente lo que hay son formas de expresión. Distingue multitud de maneras de expresar y de entender, y casi siempre tienen que ver con los sentidos y con instintos primarios, pero el hombre ha creado signos más complejos a los que por convención ha dotado de significado (por ejemplo una bandera que ondea a media asta). Lo mismo ocurre con las palabras y el lenguaje escrito, hay dos formas de expresar una misma cosa, la que se expresa directamente y la que es necesario descifrar de algún modo, las primeras todos las conocemos, sin embargo, las segundas es necesario tener una idea o ciertos conocimientos previos para lograr discernir lo superficial de lo que se encuentra en el fondo (lenguaje metafórico). San Agustín acusa la confusión existente en algunos fragmentos de los textos bíblicos a las diversas traducciones que han sufrido y que muchas veces al traducir traducciones del original, el sentido primitivo acaba por perderse, por eso recomendaba el Santo el estudio de las lenguas para poder sacar las propias conclusiones y conseguir obtener el sentido original. Y sentencia San Agustín que aunque de por si, el sentido literal pueda contener ambigüedades, siempre es preferible éste al figurado que oculta deliberadamente la idea original que se quería transmitir mediante engaños y artificios.
En cuanto al teatro (teatro clásico, se entiende), San Agustín condena su temática obscena relatando las fechorías y malas artes de los Dioses paganos y sólo lo explica argumentando que los Dioses paganos son Dioses malignos que disfrutan viendo representadas sus atrocidades. Sin embargo, San Agustín encuentra en algunas de las obras una bonita forma de expresión y lo justifica como modo de enseñanza.

TRANSICIÓN, PATRÍSTICA TARDÍA

Es un periodo tortuoso, con un importante deterioro social y cultural debido en gran medida a las guerras y las invasiones bárbaras que sumieron la cultura occidental de aquel momento de lleno en la Edad Media. Únicamente destacaron por su labor de recopilación más que creativa Boecio, Casiodoro e Isidoro de Sevilla.
Los dos primeros, Boecio y Casiodoro, conocieron antes de la decadencia un periodo de plenitud artística.
Boecio estudió las obras de Platón y Aristóteles con intención de traducirlas en su totalidad aunque por desgracia sólo consiguió hacerlo con una pequeña parte de ellas, que, no obstante, fueron suficientes para constituir la base de lo que más adelante sería la escolástica.
La estética Boeciana tiene un tremendo peso en la Edad Media, sobre todo aplicada a la teoría musical, aunque Boecio tiene una concepción de la estética más cercana a Pitágoras que a la que se había dado en la Alta Patrística haciendo una especie de consenso entre ambas, es decir, defiende que lo bello viene dado por la acción conjunta de todas sus partes pero coincide con los neopitagóricos en aplicarles valores numéricos. En cuanto a los estratos de concepción del arte (en este caso musical, pero con claras similitudes con las teorías literarias) Boecio marca tres maneras de entender la música, que serían la mundana (armonía cósmica), humana (resonancia armónica del hombre en el cosmos) y finalmente la instrumental. En esta última se podría incluir la poesía recitada y se define como la imitación que el hombre realiza de “la armonía de la naturaleza” mediante la musicalidad. También, Boecio, es padre de la cuestión de la universalidad en lo que a términos lingüísticos se refiere.

Casiodoro por su parte concluyó que había dos Artes fundamentales, la gramática como grupo de artes de la palabra y la aritmética presidiendo el de las cosas. Al igual que su coetáneo Boecio, Casiodoro incluyó la literatura dentro de las artes musicales. En cuanto a la finalidad de las artes, decía éste que era instruir, conmover y complacer. La concepción de Casiodoro de la belleza era más sensorial que la de los otros pensadores de su época, casi se podría decir extrasensorial.
El otro nombre importante de la transición es Isidoro de Sevilla, aunque la época de este es muy distinta a la de los dos anteriores. Isidoro nació en el 560, en plena decadencia del imperio. A la muerte de su hermano y maestro, Isidoro se hizo cargo de la sede episcopal sevillana y durante el tiempo que ostentó el cargo, colaboró activamente con los monarcas godos y realizó una gran labor catequética logrando también cierta expansión monástica. En su labor pedagógica, San Isidoro diferenció entre Ciencia y Arte como materias distintas aunque reconociendo que el desempeño de ambas requiere el dominio de técnicas y principios fundamentales. En literatura, distinguía entre fábula, que es todo aquello que no ha ocurrido ni podría ocurrir por ser imposible de acuerdo a las leyes naturales, y la historia, que es aquello que se cuenta en base a un hecho acontecido realmente. Como término medio, introduce los argumentos, que son aquellas narraciones que tomando como base un hecho que realmente tuvo lugar, introducen cambios o complementos que, aunque fueran invención del autor, guardan total relación de verosimilitud con los hechos originales. En relación a los géneros literarios, San Isidoro se vio en acuerdo con Platón estableciendo tres formas de expresarse en un texto literario, la primera en la que sólo hay narración, la segunda en la que sólo hay diálogos y una tercera en la que ambos registros se entremezclan.
También, al igual que los primeros Padres, San Isidoro condenaba la poesía y a los poetas aconsejando a los fieles que no se dejaran embaucar por la belleza de los escritos y se refugiaran en la verdad y sabiduría de las Escrituras.

3.2 EL TOMISMO ( LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO DE TOMÁS DE AQUINO)

La gnoseología tomísta está estrechamente unida a la cuestión de la relación entre teología y filosofía (entre el orden natural y el sobrenatural).

Tomás de Aquino siguiendo el empirismo aristotélico, estima que todo conocimiento ha de partir de una reflexión de que se da en la experiencia sensible. No se trata de una limitación a los datos de los sentidos. El sujeto comienza con lo dado, pero ha de seguir un proceso sistemático y metódico. Al igual que Aristóteles, considera que el cosmos está formado por multitud de sustancias, compuestas por materia y forma, siendo la forma la responsable de la esencia de dicha sustancia. El mundo se articula debido a la existencia de estas formas, sin las cuales sería imposible el conocimiento. La teoría tomista del conocimiento se basa pues, en el carácter abstractivo del proceso de conocer. Hay que distinguir el conocimiento sensible, que proviene de las sensaciones corporales y es un conocimiento particular de las cualidades sensibles de las cosas, del conocimiento inteligible, obra del entendimiento y que se constituye como un conocimiento universal o por conceptos. En un primer momento, los estímulos del medio impresionan nuestros órganos sensoriales, produciéndose lo que Tomás de Aquino denomina "especie Sensible impresa", que se registra en la imaginación ocasionando ciertas imágenes o "especies sensibles impresas". Estas imágenes conservan vestigios de particularidad de los objetos de los que provienen, pues el universal, como tal, todavía no ha sido captado.

El conocimiento inteligible

Es en el conocimiento inteligible donde se produce la abstracción, la separación de la forma o esencia con respecto a la materia individual. La abstracción. Es el proceso por el que se pasa del conocimiento sensible a inteligible. Cuando se conoce intelectivamente, lo que se separa es la forma de la materia individual. Por ejemplo en el hombre la carne y los huesos sería materia común, pero, esta carne, estos huesos sería materia individual. El entendimiento abstrae la especie de la materia sensible e individual, no de la materia común, pues ésta pertenece a la naturaleza específica de la substancia. El entendimiento forja un concepto universal a partir de las imágenes, y prescindiendo de sus cualidades sensibles materiales y particulares para atender sólo a la esencia universal de las cosas. En cuanto que el entendimiento es el autor de los conceptos, lo denomina entendimiento agente (Extrae de las formas particulares las formas) y en cuanto que los conceptos quedan impresos en éste, el entendimiento también es paciente. Como Aristóteles, Tomás de Aquino defiende que la forma, el universal se halla en las sustancias individuales, no fuera de ellas. Los universales abstraídos de lo individual se constituyen como objetos propios del entendimiento agente. Para terminar el proceso cognoscitivo, el entendimiento compara la imagen con el concepto formado, aceptando que a dicha imagen corresponde dicho concepto. Vemos, pues, que el conocimiento racional procede por abstracción. De ello se deduce que requiere actos de composición y división, afirmaciones y negaciones que expresan mediante juicios lo que el entendimiento va conociendo de la cosa misma. Esto se denomina razonamiento y origina una ciencia discursiva. El entendimiento humano no es acto, sino potencia; tiene que actualizarse a través de las especias abstraídas de lo sensible. El entendimiento agente se conoce en el acto de abstracción. Todo esto pertenece al orden filosófico, pero también hay que tenerlo en cuenta cuando se procede según el orden teológico.


3.3 LA ESCUELA FRANCISCANA DE OXFORD (CONOCIMIENTO DE LA SUSTANCIA)


FUNDAMENTOS FILOSOFICOS FRANCISCANOS DE JUSTICIA, PAZ Y ECOLOGIA.
"En la visión franciscana, la lucha por la justicia, la Paz y la Ecología no es sólo un compromiso "ad extra", un cambio de estructuras e instituciones, sino "ad intra", un cambio del corazón: las estructuras e instituciones serán justas si el hombre es justo".


El siglo XIII, nacimiento del franciscanismo, representa el período orgánico y áureo del equilibrio y de la unidad de la civilización y de la cultura medieval, después de largos siglos de elaboración y de construcción. Al mismo tiempo, es una apertura a nuevas luchas, nuevas conquistas y nuevos ideales para soñar y construir una nueva civilización.

En Italia, las Ciudades-Estados crecen con autonomía de vida. En Europa, existe el esplendor de las naciones. Y la Iglesia vive un siglo de oro, con grandes Papas y con el surgimiento de las Ordenes Mendicantes (Franciscanos y Dominicos). Es un período de paz religiosa. La economía de mercado se fortalece a través de la moneda, del comercio con Oriente y de las corporaciones profesionales. Al mismo tiempo, el señorío feudal entra en crisis. Nace así la burguesía. Las ciudades se convierten nuevamente en centro de vida, de progreso y de trabajo. Las cruzadas, los misioneros y los exploradores ensanchan los horizontes. Florecen las artes, la literatura, la filosofía, la teología y la traducción de las obras clásicas. "En la filosofía, de manera particular, se siente la necesidad y existe la aspiración de reducir a unidad todo el conocimiento humano, de ordenar las amplias conquistas culturales adquiridas a través de siglos de trabajo con criterios, al mismo tiempo, universales y sintéticos. Nacen así las grandes Summas, verdaderos monumentos del pensamiento humano".

Generalmente, se apuntan cuatro grandes causas de este extraordinario florecimiento de la cultura occidental: el nacimiento de las Universidades, la influencia de la filosofía árabe y judía, el redescubrimiento de la obra filosófica de Aristóteles y la fundación de las Ordenes Mendicantes.

Las Universidades

La sed de saber, el desarrollo de las escuelas ligadas a las catedrales, los monasterios y los palacios reales, el papel de las ciudades, las asociaciones de maestros y discípulos crean nuevos espacios, buscan nuevos intereses, conquistan privilegios. A poco andar, la "universitas scholarium et magistrorum" recibe los estatutos y el reconocimiento del Papa o del Emperador, y se convierte en Universidad: centro de intensa enseñanza y búsqueda. La primera Universidad reconocida fue la de Bolonia, en 1111, dedicada al Derecho e independiente de la autoridad eclesiástica. Y el centro más importante de Filosofía y teología florece en la Universidad de París, fundada en 1170. Este centro sirvió de modelo para las Universidades de Oxford, fundada en 1200, y Cambridge, fundada en 1233.


Es innegable que el florecimiento de la Filosofía cristiana a partir del siglo XIII se debió al re descubrimiento del pensamiento y de la filosofía de Aristóteles (384-322 aC). Al margen de la prohibición oficial de Aristóteles en las Universidades por parte de la Iglesia, poco a poco sus obras fueron siendo traducidas, interpretadas y estudiadas. Inicialmente, por los pensadores árabes, y después por los latinos. Su influencia comenzó por la medicina, hasta llegar a la filosofía y la teología. Las obras que tuvieron mayor restricción y prohibición fueron los escritos sobre Metafísica y Física. Los decretos papales prohibiendo las obras y los respectivos comentarios de Aristóteles se extienden hasta 1263, con Urbano IV, pero ya sin consecuencias prácticas. Y, a su vez, en las Universidades, a partir de 1230, los Maestros estudiaban, asimilaban, interpretaban y comentaban el pensamiento aristotélico. Y, paradójicamente, en 1366, la Santa Sede impuso a las Universidades el estudio de Aristóteles. Así, en la segunda mitad del siglo XIII, los pensadores escolásticos fundamentan su doctrina en la frontera establecida: neoplatonismo y aristotelismo.

Las Órdenes Mendicantes


Los nuevos tiempos, atravesados por el desarrollo político, económico y cultural, y el contacto con otras filosofías, implican necesariamente un cuestionamiento del orden moral y religioso. La fe pasa a ser cuestionada por la razón, por ser más un hecho emocional que una razón de vida. Y la estructura de la Iglesia -jerárquicamente dividida en clérigos, monjes y laicos- no favorece una auténtica comunión.

El clero, cuya misión específica era la predicación, estaba más ligado al poder imperial y sus ventajas que al Papa y su doctrina; prefería los privilegios de la religión a la conversión evangélica. Los monjes, por su parte, apartados de la vida del pueblo, vivían encerrados en sus monasterios y protegidos por sus latifundios. Y los laicos disputaban el nuevo espacio político, económico, cultural y científico o permanecían al margen de los acontecimientos y de la participación de los bienes. Como reacción surgen muchos movimientos populares, alimentados por el ideal evangélico de pobreza, de humildad, de fraternidad, de vida comunitaria y de autosustento. Eran movimientos espontáneos, con sus contradicciones: la inspiración evangélica de la pobreza también encontraba respaldo en el maniqueísmo; la referencia a la vida de los primeros cristianos implicaba también el rechazo de la estructura de la Iglesia; la búsqueda de la imitación de Cristo llevaba también al desprecio del cuerpo y del mundo.

Así, Francisco de Asís (1182-1226) se convirtió en intérprete y profeta de los movimientos populares, sin sus contradicciones: vivir según el Evangelio, rechazar la acumulación de bienes, vivir del propio trabajo, predicar con el testimonio y la palabra, la obediencia a la Iglesia, una visión alegre y fraterna de la vida y la inserción en medio del pueblo. Por su parte, Domingo de Guzmán (11701221) y el movimiento dominicano alcanzan a las instancias superiores: la renovación del clero por la formación, por la espiritualidad, por el estudio y la predicación en comunión con la Iglesia.

Escuelas franciscanas


"Además de las diversas formas de actividad en favor de los desheredados, se pensó también en un tipo de actividad de carácter propiamente cultural, para responder a las exigencias provenientes de los nuevos conocimientos filosóficos, que parecían contraponerse al espíritu cristiano". Es decir, además de la predicación con el ejemplo, existe la necesidad de predicar la palabra fundamentada en la doctrina, para detener el avance de los movimientos del ascetismo. Así como la necesidad de teorizar para recuperar la grandeza del hombre y la belleza de la naturaleza. En otras palabras, la actividad puramente pastoral y la inserción en la vida real del pueblo eran insuficientes sin un aporte filosófico-teológico y sin una profunda vida cultural.

Así, en la Orden Franciscana fueron surgiendo los "Estudios Particulares", al lado de los conventos; los "Estudios Provinciales" en cada Provincia; y los "Estudios Generales" junto a las Universidades, para los frailes más dotados.

La Escuela de Teología se constituye regularmente y es incorporada a la Universidad. El gran salto se dio con la entrada en la Orden, en 1231, del maestro regente de la cátedra de Teología de la Universidad de París, Alejandro Hales. Este organiza la Escuela Franciscana de Teología, que se transforma en el centro intelectual de la Universidad. A su vez, el convento franciscano de París se convierte en el centro intelectual más importante de la Orden de los Hermanos Menores. Y cada Provincia podía enviar a París dos estudiantes, con algunas exigencias: elevadas cualidades psíquicas, intelectuales y morales, y que hubieran hecho los Estudios Provinciales. Muerto Alejandro de Hales en 1245, le sucedieron en la cátedra de Teología por este orden: su discípulo Juan de la Rochelle, Juan de Parma, Eude Rigaud, Guillermo de Middleton y San Buenaventura, de 1253 a 1257, cuando fue elegido Ministro General de la Orden. Los primeros cuatro hicieron la primera explicación científica de la Regla.

Escuela Franciscana de Oxford

En 1167, el rey Enrique II prohíbe a los ingleses frecuentar los estudios de París. En consecuencia, los estudiantes van a Oxford, que se organiza como Centro de Estudios Generales y, en 1200, como Universidad, con moldes corporativos. Su primer gran maestro fue Roberto de Grossatesta (1168-1253).

Cuando en París se destacaba el "Trivium" (gramática, retórica y dialéctica), en Oxford se prefería el "Quadrivium" (aritmética, geometría, música y astronomía). Aquí los Hermanos Menores entraron en 1224. Enseguida, los discípulos y maestros siguieron el espíritu franciscano de la ciencia y la pobreza. La Escuela de Estudios Generales de Oxford se convirtió en un célebre centro de solidez científica y de amplitud enciclopédica.

Pensamiento Franciscano

En general, el pensamiento franciscano está dominado por el espíritu del neoplatonismo y por san Agustín (354-430). En cuanto al pensamiento tomista forma un sistema cerrado y acabado, que admite pocas y pequeñas variantes individuales. A su vez, en el pensamiento franciscano aparecen las variantes de la originalidad y libertad de cada pensador, porque existe una gran variedad y diferenciaciones entre los diversos maestros de la Escuela Franciscana. AL mismo tiempo, existe una inspiración común, que forma el conjunto de las tesis franciscanas:

El pensamiento franciscano considera al hombre en su totalidad, en su conciencia y en su dato concreto en el mundo;

En relación con la creación del mundo, el pensamiento franciscano afirma que el mundo no fue creado eternamente, ni por la fuerza de la fe ni por argumentos de razón;

Defiende la primacía de la voluntad sobre el entendimiento, de la intuición sobre la razón, del amor sobre la racionalidad;

Exalta la fe y hace de la razón, en cierto sentido, su sierva: la razón como mediación para explicar y comprender el contenido de la fe;

Trata de hacer de la filosofía y la teología una única ciencia: se opone a una separación práctica entre filosofía, y teología;

Acepta el pensamiento de Aristóteles y de san Agustín en lo que se refiere a la materia: no como pura potencia, sino como un acto incompleto;

Aplica la teoría del hilomorfismo (los seres corpóreos resultan de dos principios distintos y complementarios: materia y forma). La materia: lo indeterminado y común a todos. La forma: lo determinante, y que hace al ser distinto) a toda la realidad. Es decir, todos los seres, excepto Dios, están compuestos de materia y forma;

El pensamiento franciscano sostiene y afirma la pluralidad de formas en todos los seres contingentes, especialmente el hombre;

Las facultades del alma no son claramente distintas. Así, el intelecto agente y lo intelectivo pasivo son concebidos, no como dos facultades distintas, sino como dos aspectos de la misma facultad;

En la visión franciscana, el conocimiento se explica por los sentidos, y también como iluminación divina. Admite la tesis del conocimiento individual por el intelecto y del conocimiento por la intuición. Y prefiere la intuición emotiva por considerarla más adecuada para la comprensión de lo verdadero y como medio para conocer lo real. Específicamente, Francisco de Asís privilegió la intuición afectiva sobre lo racional.

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